miércoles, 27 de octubre de 2010

"Solo quiero hacer música con los niños especiales"

Antes de comenzar la última sesión de ayer, mientras R. entraba corriendo por la puerta a saltos de cervatillo, su madre me comentó algo que me dejó muy emocionada.
 
R. es un niño de 8 años que tiene problemas de parálisis producidos por complicaciones y falta de oxígeno en el parto. Sonriente, feliz y muy motivado dentro de las sesiones de Musicoterapia. Hace ya unos meses -casi desde que comencé a trabajar con ellos- que su hermana J. (de 6 años) viene con el resto de chicos (F. con S. Down; y L. con TGD) dentro de la sesión.

Todo comenzó cuando una de las veces en las que J. acompañaba a su madre y a R. a las sesiones, se alejó un poco de L. cuando se acercó a hablar con ella. Su madre me dijo que le ocurría lo mismo con los niños de la ruta de autobús de su hermano, de los que no quería saber nada de nada. Ella, los rechazaba totalmente. Con su hermano era sumamente protectora. Le propuse a su madre que entrara con nosotros a las sesiones, pues ella esperaba pacientemente en el banco que hay frente a la sala, mientras nosotros nos divertíamos dentro; pudiendo trabajar varios objetivos terapéuticos:
 
- Aceptar las diferencias existentes en los niños con necesidades especiales mediante las actividades compartidas de musicoterapia.



- Dejar de sobreproteger a su hermano, respetando sus tiempos de repuesta (muy lentos) y asumiendo que cada uno de nosotros responde de una manera diferente.

 

Desde que J. comenzó a asistir a las sesiones de Musicoterapia junto con su hermano y el resto del grupo, ha habido un cambio notable en cuanto a la aceptación, aptitud positiva, motivación y respeto. Viene siempre con una sonrisa muy tímida y, a pesar de que está integrada dentro del grupo, siempre espera a que se le invite a entrar para "no molestar".

 
El cambio en el trabajo en parejas con su hermano es realmente asombroso, como en vez de sobreprotegerle y hacer las cosas por él, espera a que responda, a que se mueva. En la música han encontrado una nueva forma de relacionarse. Así como con el resto del grupo, con los que trabaja sin ningún tipo de problema, sino todo lo contrario. Es sumamente sensible y creativa. Le gusta ayudar y cantar conmigo canciones secuenciadas para que el resto del grupo nos rellene palabras, acordes, improvise...


Antes de comenzar la última sesión de ayer, mientras R. entraba corriendo por la puerta a saltos de cervatillo, su madre me comentó algo que me dejó muy emocionada.

Me dijo que fuera sincera con ella si pensaba que J. "molestaba" dentro de las sesiones. O que si quería que no fuera por algún motivo. Yo, abriendo los ojos como platos, le respondí que de eso nada. J. es una persona muy importante dentro del grupo. Yo, extrañada, le pregunté por qué me lo decía.

Me comentó que J. estaba muy ilusionada con la musicoterapia y que a lo mejor debía de "cortar" un poco, ya que ese día le  había pedido a su profesora del colegio sacar los deberes a la hora de comer para hacerlos y que así le diera tiempo de venir a hacer música con los chicos especiales.

 
J. le dice a su madre: No quiero hacer música con los niños como yo. Quiero hacer música solo con los chicos especiales.

Ayer por la tarde, los abuelos de J. y R. acudieron a su casa para recoger a J. y al hermano mayor M. para llevárselos a dar una vuelta al parque. Y, según me contó su madre, no quería ir porque tenía que venir con nosotros y era muy importante para ella.

Sí, J. también es muy importante para nosotros.


Las sesiones de musicoterapia son nuestro campo de batalla musical en el cual cada uno tiene un trocito de libertad, un trocito de respeto, un trocito de comprensión, muchas sonrisas y diversión.

Y a mí me emociona, y mucho.



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